Cuento de fantasía

Publicado el 2 de enero de 2022. Disponible hasta el 2 de mayo de 2022.

El gatopiedra

Por José Roberto Saravia

Hagan silencio, que les voy a relatar una historia muy, muy extraña. ¿A ustedes les gustan las historias extrañas? ¿Sí? ¡Pues esta es de lo más extraño que alguien se pueda imaginar! ¡Es la historia del Gatopiedra!

Dicen que hace mucho tiempo, en el mundo de las hadas, había un gran problema. Sin saber por dónde, las hadas de pronto vieron llegar a sus diminutos hogares, escondidos entre los arbustos del bosque, la espantosa figura de un basilisco…

¿Cómo que qué es un basilisco?

No, no es esa pieza dulce con forma de tapón de corcho y que es deliciosa asada al calor de la fogata. ¡Ese se llama malvavisco!

Un basilisco es un monstruo terrible. Nace de un huevo de gallina empollado por un sapo, y puede verse como una serpiente con cresta, o también como una criatura con cuerpo de serpiente, patas de ave y alas espinosas. Sin embargo, lo peor del basilisco es que mata con su mirada y con su aliento envenena todo a su alrededor. ¡Incluso parte las piedras con él!

Las pobres hadas sabían que su reino estaba condenado. Ni siquiera con su magia podrían derrotar al invasor, que mientras avanzaba, iba convirtiendo los frondosos árboles del bosque en troncos chamuscados, y la hierba cubierta de flores en arena calcinada de un desierto triste.

– ¡Tenemos que hacer algo! – le dijo Akhra, la princesa de las hadas, a su hermanita Rhyni.

– ¿Pero qué hacemos? – preguntó la hermana menor. – ¡Ni siquiera podemos ver al monstruo reflejado porque su vista nos convertiría en piedra!

Akhra pensó. No sabía qué hacer, pero sabía dónde encontrar el conocimiento: – ¡Vamos a la biblioteca! –sugirió apremiante.

Una vez allí, presurosas, las dos hadas buscaron entre los libros alguno que les hablara del terrible monstruo que destruía su hogar. Hallaron uno y lo abrieron a toda prisa.

– El enemigo del basilisco es la comadreja. ¡Una comadreja lo matará con su olor!

– ¡Ya mismo voy a traer una! – exclamó Rhyni, desplegando sus alas de mariposa para flotar en el aire de la noche.

– ¡Espera! – la detuvo su hermana mayor. – Si hacemos que el basilisco se enfrente a la comadreja, ésta lo matará, pero la pobre también morirá. ¡Yo no quiero que eso pase, aunque estemos desesperadas!

Rhyni se detuvo al instante, con grandes lágrimas en sus ojos. Ella tampoco deseaba sacrificar a una pobre comadreja. – ¿No hay otra forma de acabar con el basilisco? – interrogó de nuevo.

Akhra revisó en otras páginas.

– El canto de un gallo lo matará instantáneamente… – leyó en voz alta.

– ¡Pero la comarca de los humanos está demasiado lejos! ¡Para cuando lleguemos allá y regresemos con el gallo, todo el reino estará reducido a cenizas y arena!

Las dos haditas dejaron escapar un largo suspiro. Se miraron en silencio, pero un grito a la distancia las regresó a su realidad. ¡El basilisco se acercaba a la biblioteca!

Las dos hermanas volaron a toda prisa y apenas lograron escapar del monstruo invasor. Viajaron zigzagueando entre las ramas de los arbustos, buscando un gallo aunque sabían que no hallarían ninguno por allí.

Cansadas de volar, se detuvieron en un lirio de agua. A unos metros de ellas, pudieron notar dos ojos incandescentes que las miraban curiosos.

– ¿Y si convertimos algún animal en un gallo con nuestra magia? – se atrevió a sugerir el hada más joven, apuntando hacia los dos ojos que, como faroles, se mantenían fijos en ellas. Después de un rato, el animal se dejó ver. Era un gato pardo, que probablemente andaba de cacería.

– ¿Te refieres a ese gato que nos mira? ¡Pero para efectuar ese tipo de magia se requiere el poder de al menos seis hadas y nosotras somos sólo dos! – le recordó el hada mayor.

– Vale la pena intentarlo, ¿o no? ¡Es lo único que podemos hacer! – insistió la menor.

Las dos hadas volaron hasta el gato y le pidieron permiso para transformarlo en un gallo.

El gato las miró, ofendido.

– Están pidiéndome algo demasiado vergonzoso. Un gato come aves… transformarme en una sería el peor insulto para mí, solamente por encima de convertirme en un ratón. – les respondió, lamiéndose su pata delantera izquierda.

– Sí, tiene razón. Lo sentimos – convinieron las dos hadas, con un nudo en la garganta.

El felino, al ver la expresión de derrota en ellas y al notar las lágrimas que empezaban a escapar de sus hermosos ojos, sintió pena por las criaturas mágicas.

– Por otro lado, los gatos somos muy curiosos… y yo siempre he sentido curiosidad por saber qué se siente ser un gallo. – agregó el felino, ahora lamiéndose la otra pata.

Las hadas abrazaron al gato que, fastidiado, se alejó unos pasos y se sentó elegantemente.

– Pero si algo sale mal, deben prometerme que se harán cargo de mi familia. Mi esposa acaba de tener una camada de cinco gatitos y yo andaba buscando un bocado para llevarle a ella. Viven en el tronco hueco de por allá. – les dijo, señalando con su nariz la dirección.

Las dos hadas prometieron solemnemente que se harían cargo de la familia gatuna si el plan fallaba y, concentrando todas sus fuerzas y su magia, transformaron al gato pardo en un soberbio gallo.

– ¡Síguenos! – le pidieron al ave, que voló tras las dos hermanas.

En unos minutos ya habían llegado al lugar que el basilisco había transformado en un caos.

– ¡Ahora, canta! – le pidieron al gallo.

El gallo voló hasta un arbusto, justo detrás del monstruo destructor, agitó sus alas y cantó:

– ¡Miaaaaaauuuuuuuuuuuuuuuuuu!

¡La magia estaba desvaneciéndose! ¡Ahora el gallo tenía cabeza de gato!

El basilisco, furioso, se volteó para lanzarle a quien lo molestaba una buena bocanada de aire envenenado o una mirada letal, pero ya el gato, que sólo conservaba las alas de gallo, había volado a otra parte, justo cerca de un charco.

– ¡No veas los ojos del monstruo! – le gritaron las hadas al felino alado.

Fue demasiado tarde, el curioso gato había mirado en el reflejo del charco los ojos de su enemigo… y se había transformado en piedra.

El basilisco, usando su cola como látigo, partió la pétrea figura del gato en mil pedazos. Luego reptó velozmente hacia las dos hadas. Estaba por abalanzarse sobre ellas cuando recibió un golpe en el costado que lo hizo caer a varios metros de donde estaban las dos hermanitas.

¡Se trataba del gato! ¡Su cuerpo, de piedra, lucía extraño, y sus ojos brillaban como espejos que reflejaban la luna! Ya no era un gato pardo; ¡Ahora era un auténtico Gatopiedra!

El reptil diabólico le lanzó otro coletazo al gato, volviendo a partirlo en miles de pedazos.

Sin embargo, cuando se volteó para buscar a las dos hadas, recibió un terrible arañazo que le rasgó sus duras escamas cual si fueran de papel.

¡Era de nuevo el gato! ¡Como su cuerpo era de piedra, sus zarpas eran ahora diamantes!

El basilisco, furibundo, se lanzó hacia el gato y lo partió en mil guijarros, pero el obstinado felino, ahora con su cuerpo hecho de guijarros le propinó un tremendo mordisco de cuarzo a la bestia reptilesca. Cuando el monstruo fijó su mirada en los grandes ojos del gato, vio su propio reflejo y cayó muerto en ese instante.

¡El Gatopiedra había vencido!

– La magia de las hadas permitió al gato usar una de sus vidas en el cuerpo de piedra, – le explicó el Hada Anciana a todos, – lo malo es que es imposible volver al gato a su estado original. Al retirar la magia, el pobre felino morirá.

– No se preocupen, – interrumpió el Gatopiedra. – Los gatos somos muy curiosos y yo siempre había querido saber qué se siente tener un cuerpo hecho de muchas piedritas. – les aseguró.

Las hadas le dieron las gracias al gato y como recompensa, le aseguraron que cuidarían por siempre de él, de su familia, y de todos los gatos del mundo.

El Gatopiedra se despidió de las hadas, quienes incluso escribieron un libro en su honor: “La historia del Gatopiedra”.

¿Y qué fue del curioso felino con cuerpo de guijarros?

Cuando las hadas fueron a visitar el tronco de la familia gatuna, cuentan que encontraron a cinco robustos gatitos jugando entusiasmados, cada uno con una piedrita redondeada y lisa.

Ilustración: Alex Firefly

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